Hace mucho, mucho tiempo, la niebla invadió mi cabeza.

Casos y cosas de un tipo imaginario o no.

      Sonó el despertador y la música de Vivaldi inundó la habitación pintada de un azul cielo precioso. Aparté mis sábanas de seda y me incorporé calzándome mis zapatillas con forma de osito. Abrí las ventanas para disfrutar de las vistas de mi jardín. Era primavera, las margaritas florecían con fuerza acompañadas de multitud de flores de los más variados colores. El ruiseñor cantaba con alegría para atraer a la hembra, que amorosa revoloteaba a su alrededor para comprobar la belleza de su canto.
      Suspiré y agradecí a la naturaleza que me brindase la oportunidad de disfrutar de aquel hermoso cortejo. Salí de la habitación con una sonrisa dibujada en la cara. Al llegar a la cocina saludé a mis criados amablemente y les informé que había decidido desayunar en la terraza. Les pregunté si todo iba bien y una de las chicas me dijo que necesitaba un día libre para arreglar unos asuntos legales. Le dije que sí y que podía contar con mis abogados para lo que necesitase.
      Sentado en la terraza saboreé un café con leche, una tostada impregnada de mermelada y un zumo de naranja recién exprimido. Llegó el chaval que me traía la prensa y después de obsequiarle con una generosa propina me dispuse a echar un vistazo a las últimas noticias. Mi secretario se acercó como cada mañana para que firmase unos cuantos talones, todos ellos destinados a buenas obras. ¡La vida era maravillosa! ¡Era feliz! ¡Amaba a todo el mundo! Una mariposa revoloteó a mi alrededor como si compartiese mi alegría.
      ¡¡¡BOOOOOOMMMMMMMMM!!!
      Sonó un cañonazo y me levanté sobresaltado y sudoroso. Había tenido una terrible pesadilla. Aparté los sacos de esparto con los que me cubro para dormir en mi cama de piedra y descalzó me asomé a la ventana. Allí estaban los árboles muertos de mi jardín y el cañón que dispara uno de mis esbirros para despertarme. Los cuervos revoloteaban y mi jardinero estaba atareado en arrancar cualquier flor que se atreviese a brotar. Llegué a la cocina y pedí mi desayuno habitual: Un vaso de agua sucia del pozo y unos tallos de rosal con espinas. Una criada intentó pedirme un favor, ni escuché de qué se trataba, me limité a despedirla. Me senté en la terraza y ya tenía la prensa sobre la mesa. El chaval que la trae madruga mucho para no encontrarse conmigo. Debe ser porque solía pincharle las ruedas de la bicicleta que usaba. Una mariposa revoloteó a mi alrededor. La atrapé y me la comí, es bueno aportar proteinas a la dieta. Me levanté y gritando a todo pulmón dije:
     
      ¡ESTO ES VIDA Y NO LA MIERDA QUE HE SOÑADO!